El proceso psicoterapéutico desde la posición que para mí tiene sentido no promete la cura ni la felicidad y no se alía ni se acopla con la queja del paciente. Suspende la autocondescendencia y no ofrece un manual de instrucciones o conjunto de prescripciones para resolver ni extirpar el problema. En terapia no hay juicio ni consejo, sino escucha, respeto e interrogación. El encuentro terapéutico abre una pausa en el modo que la persona tiene para explicarse y justificarse a si misma, resquebrajando lo que ella creía ser (autoimagen). Genera cierta extrañeza e incomodidad y ofrece la libertad y el soporte para ir siendo también aquello que desconocía ser, posibilitando así algo nuevo.
En este sentido desde mi punto de vista la psicoterapia, tiene como objeto favorecer un continuo de la conciencia, el darse cuenta y el insight, como herramienta para el desarrollo del autosoporte. Su interés está puesto al servicio de dilucidar, visibilizar y desenmascarar aspectos propios en los que no nos reconocemos, por no coincidir con la idea que tenemos de nosotros mismos. Esto conlleva ampliar y flexibilizar el “concepto de uno mismo”, nos lleva a desconocernos, cosa que en ocasiones puede resultar incómoda porque pasa por perturbar la propia autoimagen construida (aquello que creemos ser).
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