En general, las personas consultan a un psicoterapeuta cuando la manera o los recursos con los que venían funcionando hasta el momento quedan absoletos y crean malestar y sufrimiento. Eso, que a alguien le lleva a consultar suele tener que ver con sentimientos perturbadores como ira, confusión, fastidio, resentimiento, impotencia, decepción, angustia, miedo, rabia, tristeza, ansiedad… Conflictos vinculares tanto en el ámbito íntimo (amigos, familia, pareja) como en el social (trabajo, relaciones sociales en general…).

También es habitual que sin tener identificado un tema, problema o conflicto, la persona se sienta insatisfecha de modo generalizado: “No me pasa nada, pero no estoy bien”.  En otras ocasiones, las personas llegan con síntomas clínicos incapacitantes que límitan su ajuste funcional (quehaceres cotidianos, trabajo, autocuidado básico…).

Diría que lo que nos lleva a consultar es cierto malestar que nos constituye a todos los humanos y que cada quien lo padece en su propia forma. Lo que sí es un requisito para hacer psicoterapia es el interés por la propia revisión, más allá del simple deseo de sentirse mejor.

Es importante aclarar que hacer una consulta no es sinónimo necesariamente de embarcarse en un proceso psicoterapéutico. En las primeras entrevistas, el paciente se acerca a la experiencia terapéutica poniendo “la carne en el asador”, empezando a poner en palabras aquello que le sucede. Estos encuentros aclaran el cómo y para qué del trabajo psicoterapéutico en la propia experiencia. Así, el paciente podrá decidir si este modo, marco… le convoca, o si estaba buscando otra cosa.

Anuncio publicitario